miércoles, 4 de noviembre de 2009

Ducha

El tema del baño siempre fue un issue especial para mi. No es que no me guste, ni que me demande mucho esfuerzo. Pero no soy de las personas que se lo toman a la ligera. Nada de "me pego una ducha y en media hora estoy allá".
Yo diría que es una de las pocas ceremonias, al estilo obsesivo, que forman parte de mi cotidiana existencia.
Llevar a cabo tal acción requiere de cierta preparación espiritual, por así decirlo. De mis primeros baños no tengo recuerdo, pero si son patentes los de los cuatro o cinco años.
Viene al caso comentar que el gas natural, esa comodidad de la cual no hubo noticias en mi pueblo, ni en mi casa materna hasta hace unos 10 años, no era siquiera imaginable en ese entonces. El gas era provisto por una garrafa que traía Dipi en un carrito adosado a una ranchera. E iba trasladado por pertinentes cañerías sólo a la cocina. El calefón era un tubo negro, emplazado en el lavadero, y se alimentaba a leña. Servía, entre otras cosas, para pegar los billetes erróneamente lavados. Quedaban como cáscaras de naranja secas.
Para saber cuánta agua caliente había se debía apoyar la mano en el cuerpo oscuro del calefón. Desde arriba, y bajando hasta que se sentía calor, se tenia la medida casi exacta de la provisión.
Así entonces, mi papá o mi mamá pegaban el grito de "Valentina, a bañarse...". Unos taquitos a la boca del calefón y a bañarse.
La estufa (u hogar) esta, todavía, en el living. Frente a ésta, en el suelo, iba a parar alguna camiseta sacada del cesto de ropa sucia. Si era de papá mejor, ya que la superficie aumentaba. Mientras me bañaba, mamá se encargaba de tapar la boca de la estufa con la toalla, reteniendo el calor en el entramado de la misma.
Salir de la ducha era un momento clave. Cerrar las canillas, abrir la mampara y ahí estaba mamá, con esa mariposa tibia pronta a abrazarme. Luego, velocidad a upa, y en dos segundos me encontraba parada frente a la estufa, sobre la camiseta sucia, y mamá haciendo "cortina" con la toalla.
La sensación de las gotas de agua ya tibias, irradiadas por el calor de la leña, era deliciosa. La ropa también había sido debidamente expuesta al calor. ¿El frío? ¿Qué frío? La coordinación amorosa de mamá hacía que aún en pleno julio el baño fuera disfrute.
Desde entonces el sillón individual que está casi frente a la estufa me pertenece por herencia. Algunos de mis hermanos no lo entienden aún. Abdiqué mi lugar en la mesa familiar. Pero el sillón...es irrenunciable.
Así entonces, al momento de la ducha, no solo controlo las calorías del agua. Debe estar al alfombra del baño en su lugar, la toalla bien seca, esperando a mano y la ropa presta sobre la cama. No había lugar a descuidos. Y no los hay.
Otro apartado correspondería a los elementos de tocador. Los usados en la ducha y en el antebaño suman unos...10. Las cremas de limpieza, los tónicos, las hidratantes, la crema para el cuerpo, los aceites para el pelo, desodorantes, perfumes y otras yerbas corresponden ya a mañas tardíamente adquiridas. Doblan el tiempo del baño, lo complementa.
Por eso si alguna vez te digo "me pego una ducha y en media hora estoy", pensate en algo que te entretenga una hora.

3 comentarios:

  1. Con tan lindos recuerdos, era imposible que tu "ducha" fuera una acción meramente higiénica.

    Distinta debe ser la historia de Maxi, un compañero de la primaria, cuya madre para despertarlo a la mañana, lo sacaba de la cama y lo metía abajo de la ducha mientras le gritaba que si se demoraba mas no iba a desayunar.
    Yo no quisiera tener que compartir un ascensor con este pibe...

    y que bueno tener un sillón irrenunciable...

    ResponderEliminar
  2. ese Maxi debe estar sacando vuelo pa venezuela, con eso de bañarse en 3 minutos e ir al baño con linterna...feliz el tipo!

    =)

    ResponderEliminar
  3. Una hora es poco en una mujer respecto de esos menesteres. Dos horas le creo...

    ResponderEliminar

Ahora vos